Hoy que los peruanos vivimos un clima de decepción e indignación por el comportamiento de un grupo de personas cuya tarea era impartir justicia, es momento de preguntarnos qué hacer al respecto. Y es una pregunta siempre vigente: ¿qué papel le toca cumplir a la educación –a las universidades– respecto a la corrupción? Años atrás, la respuesta se refirió a la formación en valores, cursos de ética e integridad. Hoy, el desarrollo del conocimiento y los avances tecnológicos nos ofrecen una nueva respuesta, complementaria a la de los valores y la integridad. Me refiero específicamente al registro, seguimiento y análisis de la información.

Precisamente, una de las virtudes de las tecnologías es que nos permiten recoger grandes volúmenes de información –lo que hoy se conoce como minería de datos–, la misma que puede ser analizada por medio de algoritmos de inteligencia artificial para revelar redes de personas, redes de comunicaciones, redes de conceptos, así como patrones que nos permiten conocer perfiles e intereses.

Estas tecnologías son empleadas de manera intensiva por las empresas –en todo el mundo– para “conocer a los clientes” y orientar los servicios a sus necesidades y a las preferencias de los mercados, hasta convertirse en el mejor recurso de márquetin, políticas de segmentación, establecimiento de precios y proyección de mercados, entre otros. De la misma manera, los Estados las usan para “servir mejor” a los ciudadanos.

En esta oportunidad, las tecnologías sirvieron para conocer redes y patrones de comportamiento corrupto. Ya lo había logrado antes el International Consortium of Investigative Journalists (ICIJ), para poner al descubierto los vínculos de los Panama Papers usando redes. Las revelaciones locales y su interpretación representan una nueva oportunidad para la universidad y el cumplimiento de su misión: contribuir a resolver problemas de la sociedad, entre ellos la corrupción.

De manera semejante a cómo la educación virtual ofrece una oportunidad genuina de educar en los nuevos tiempos usando la tecnología, pues un campus virtual permite seguir los patrones y ritmo de aprendizaje de sus estudiantes, para ofrecerles objetos de aprendizaje de calidad, accesibles y motivadores, la tecnología también facilita la labor del docente, constituyéndose en una oportunidad privilegiada de innovación de metodologías de enseñanza-aprendizaje, así como capacitarse en los horarios que cada docente pueda y con los medios que prefiera.

Pero las tecnologías ofrecen también la posibilidad de conocer para controlar y corregir, ya sea en el campo educativo o en el servicio público, salvando las distancias. Desarrollar y difundir conocimientos tecnológicos altamente innovadores, vinculados a la información, se ha convertido en una tarea obligatoria de la universidad para cumplir su misión.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here