Marco Tulio Cajas (*)

A finales del siglo XIX un académico guatemalteco, autor de un tratado pionero de Derecho Administrativo en América Latina, describía los objetivos de las administraciones públicas en los siguientes términos:

La administración toma á su cargo el progreso de las generaciones: difundir la enseñanza y mejorar las costumbres: proteger el comercio, la industria y las artes: comunicar impulsos al talento y al trabajo: combatir la miseria: y hacer sentir en todas partes su benéfica influencia, para realizar el bien de las sociedades y del individuo…” 1

Estas líneas, escritas por un pensador liberal y progresista como lo fue el profesor Antonio Gonzáles Saraviade la Universidad de San Carlos de Guatemala, nos revelan algunos objetivos o valores a perseguir por la administración pública. Veamos en detalle:

  • El progreso de las generaciones: Cuánta verdad encierra que no son los individuos ni las empresas privadas, ni siquiera los partidos políticos los que deben ocuparse de quienes no han nacido. Son las decisiones de los funcionarios las que determinan que exista una buena infraestructura educativa, carreteras y protección al medio ambiente que habrán de disfrutar (o padecer) las próximas generaciones. ¿Habremos pensado alguna vez que muchos de los problemas que hoy enfrentamos los ciudadanos pudieron haber sido previstos y evitados por los que tuvieron a su cargo la labor de gobernar? ¿Calcularon alguna vez el crecimiento poblacional? ¿Se dieron cuenta de la necesidad de regular el uso del suelo? ¿Protegieron el ambiente?
  • Mejorar las costumbres”: Al igual que las personas, las sociedades experimentan el aprendizaje, que bien puede llamarse aprendizaje social. La administración pública les enseña a los ciudadanos a cumplir con sus obligaciones pero también a respetar a otras personas, incluso en una fila de turnos. Una sociedad puede aprender tolerancia cuando quienes le proveen de los servicios públicos lo hacen con equidad y tolerancia a las diferencias sociales, económicas o ideológicas. Como también es cierto que una administración desordenada, irrespetuosa de la ley y abusiva provoca desaliento con su mal ejemplo y desmoralización en la ciudadanía que quiere vivir de acuerdo con valores. Nunca ha existido una administración pública ética en una sociedad corrupta como tampoco la cultura de la legalidad se ha enseñado si no es desde la propia administración pública en la impartición de justicia, en la prestación de servicios o en la regulación de la economía.
  • Comunicar impulsos al talento y al trabajo”: Algunas personas sostienen, incluso de buena fe, que la administración pública es desperdicio de recursos y que los burócratas o servidores públicos, como quiera llamárseles, son parásitos que extraen recursos de la sociedad. Pero, ¿es esto verdad? O se trata de un slogan ideológico promovido por aquella corriente que quisiera ver un Estado guardián del orden indiferente a las necesidades de la sociedad, es decir, un pasivo espectador. Obviamente no se puede negar el enorme abuso del poder burocrático, o el enriquecimiento de los delincuentes de cuello blanco que han desfilado por nuestras organizaciones, pero esto no significa que la sociedad pueda prescindir de esta institución llamada Administración Pública que educa, ilustra, protege, estimula la creatividad y ayuda a crear empleos.
  • Combatir la miseria”: Hace algunos años se hizo popular en los países latinoamericanos la idea que el Estado no debería intervenir en la economía nacional porque nos decían que “el mercado era superior al Estado” a la hora de distribuir recursos. Los gobiernos se lo creyeron y muchos de ellos abolieron empresas públicas, quitaron restricciones y disminuyeron el gasto público. ¿Qué ocurrió entonces? Efectivamente se demostró que había una intromisión exagerada del Estado en la economía, que éste era un pretexto para la corrupción y desperdicio de recursos como la experiencia de aquel país latinoamericano que llegó a montar una fábrica estatal de bicicletas o del caso, más cercano a nosotros, de la regulación gubernamental artificiosa (y demagógica) del precio de la leche que terminó extinguiendo la industria lechera guatemalteca. Pero también se cometieron grandes errores estratégicos que hoy pagamos muy caro. La verdad es que en la economía y la política las cosas nunca son blancas o negras, sino matices de grises. Después de experimentos de políticas económicas de libre mercado, algunas muy exitosas y otras fracasadas, fue el Banco Mundial que en 1967 ofreció la gran conclusión en su Informe del Estado en Transformación: “El Estado por si solo NO produce desarrollo, pero SIN Estado no puede haber desarrollo”.

Hoy sabemos que en la globalización el desarrollo debe producirse por una cooperación inteligente entre el Estado, el Mercado y la Sociedad pero que el papel preponderante y líder debe ser el del Estado y de su brazo ejecutor que es la Administración Pública. Cuánta razón tenía nuestro ilustre liberal guatemalteco cuando afirmaba que la Administración Pública tenia que “hacer sentir en todas partes su benéfica influencia para realizar el bien de las sociedades y del individuo…”. Valiosos consejos para el aquí y ahora de Guatemala y de América Latina.

1 Gonzáles Saravia, Antonio(1888). La Administración Pública. Curso de Derecho Administrativo. Establecimiento La Unión. Guatemala.

(*) Marco Tulio Cajas. Gerente del Instituto Nacional de Administración Pública de Guatemala

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