Perfil. Es especialista en desarrollo de nuevos productos y de control de calidad del Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN). Su tarea es descubrir nuevos usos de la energía nuclear para el tratamiento médico del cáncer. Tiene más de tres décadas de vida activa en la institución que motivó su crecimiento profesional en estos años.

Foto: El Peruano
Foto: El Peruano

Las fórmulas químicas son parte de su abecedario. Admite que su conocimiento sobre rayos gamma o energía nuclear no son un asunto de la vida cotidiana, y eso no la molesta. Anita Elizabeth Robles Ñique admiró durante su juventud a la física y pionera de la radioactividad, Marie Curie, a quien tuvo como referente por su gran capacidad de estudio. Hoy se ha propuesto continuar esa ruta para combatir el cáncer en nuestro país.

Ella trabaja en el Centro Nuclear del Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN) e integra un equipo de especialistas que produce radioisótopos por medio de un reactor que procesa radioquímicos para obtener radioisótopos.

“Bombardeamos de neutrones un blanco, como le llamamos, que cambia la configuración electrónica de cada uno de sus átomos. Por ejemplo, si bombardeamos de neutrones la sal, esta de convierte en azufre o cloro. Es decir, en otro radioisótopo”, explica.

Anita cuenta que actualmente el 80% de la producción de radioisótopos que fabrica el centro nuclear del IPEN es para el sector Salud. El resto se orienta para ser utilizado en otros sectores como industria, agricultura y minería.

“Lo más importante de la energía nuclear son sus aplicaciones médicas. Por ejemplo, para combatir algunos tumores en la mama, descubrimos el Yodo 131, un radioisótopo que es la estrella de nuestra institución. Luego, el Tecnecio 99 que sirve para hacer estudios de diagnóstico, el Molibdeno 98, Zamario 153 y Lutecio 177. Este se usa para combatir tumores cerebrales, pero los cinco sirven para tratamientos oncológicos en mamas, vesícula y tumores de origen endocrino”, indica la química.

El hígado de Juan

Ella recuerda su fascinación, durante su adolescencia, por leer la revista Selecciones y buscar especialmente la sección “Los órganos de Juan”. Tenía que esconderse de su padre, quien no obstante estimular siempre el amor por la lectura, tuvo especial preocupación de que su pequeña llegara a los órganos reproductores del susodicho.

Tiene 34 años en el IPEN, y tiempo que pasaron como si nada para ella porque ser científica le fue siempre algo natural. Desde el colegio público General Prado, en el Callao, mostró interés por la biología, la química y en algún momento pensó en ser médica. Pero al llegar al tercero de secundaria, más o menos a finales de los 70’, pasó a estudiar química en una escuela superior. Tenía 15 años. Al terminar la convocaron a formar parte del plan nuclear que en 1980 impulsaba el IPEN. Se quedó allí desde entonces, y creció profesionalmente sin detenerse. “El IPEN me permitió conocer el campo nuclear y descubrir para la salud el uso de radio fármacos en el cuerpo humano”.

Quiere desarrollar radiofármacos terapéuticos, y que la población peruana conozca que el IPEN produce radioisótopos y radiofármacos para combatir el cáncer. “Mi sueño es contribuir a crear un centro de medicina nuclear en Chiclayo para la gente norteña”.

Hoja de vida

Me formé como Técnico- Química en la ESEP Simón Bolívar en 1979.

Postulé luego a la Universidad San Marcos, y me gradué como química en 1989. Más tarde hice una maestría en bioquímica.

Tengo una especialización en Radiofarmacia Industrial y Radio Química.

Escribe: Susana Mendoza Sheen

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