Dr. Andrés Corrales Angulo (*)

En los tiempos actuales ha ido cambiando la concepción mayoritaria de cuál es el rol del Estado. En la década del 90, el rol del Estado se enfatizó en su carácter regulador y subsidiario, mas no protagonista del desarrollo. Y desde fines de esa década se ha ido cobrando cada vez mayor conciencia del rol protagónico que tiene el Estado en la promoción del desarrollo económico y social.

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Y las crisis económicas internacionales no hacen más que confirmar la necesidad que tienen los mercados de Estados fuertes, reguladores, pero también promotores de la sociedad civil, de las empresas, del empleo decente, de la superación de la pobreza.

Pero, el Estado no es solo una estructura, ni siquiera es una estructura monolítica. El Estado es fundamentalmente las personas que lo integran. Los que lo dirigen en sus tres poderes y tres niveles de gobierno, los que lo gestionan, los que ejecutan las políticas.

El Estado peruano será lo que sean sus funcionarios y servidores.

Todos los sectores hablan ahora y reclaman una reforma del Estado. Pero la reforma del Estado empieza por la reforma de nosotros mismos. Porque nos convenzamos del rol que cada uno tiene en el cambio del Estado.

Se le exige al Estado que sea más sensible a las necesidades del ciudadano, que sea menos de trámites y más de resultados, que piense en el ciudadano para organizarse y no que piense en o más fácil para la administración. Que sirva al ciudadana y no que se sirva del ciudadano.

Todo depende de nosotros. Cada uno de nosotros desde nuestro lugar podemos cambiar algo. Un trámite, una forma de atender, una forma de coordinar, una forma de articular. Ustedes me dirán, qué podemos hacer nosotros, solos en medio de una mole, de una maquinaria, de un statu quo, de una cultura organizacional, que resiste y resiente los cambios, que se guía por intereses particulares, y no generales, que no protege al servidor de la arbitrariedad, que pone el acento en las formas y procedimientos y no en el resultado.

Es ciertamente difícil. Nadie nunca dijo que no fuera complejo. Pero vale la pena. Es como que en una noche tupida encendieran una vela. En cierto sentido la noche no va a dejar de ser oscura, de repente a varios metros ni se notará que hay una vela encendida. Pero alrededor de esta vela y mientras se mantenga encendida, el mundo cambió. Cambió radicalmente en esa parcela. Ese cambio, bien vale el esfuerzo.

Pero además descubrirán que no están solos, que en todas partes hay personas que tienen un anhelo de cambiar, de servir, de ser honestos. Puede que ese anhelo esté dormido, desde hace mucho tiempo, pero ustedes los harán despertar del sueño.

En cierto sentido, El Estado vive en cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros lleva en sí el germen de un mejor Estado. Por eso el país espera mucho de nosotros, de cada uno de ustedes.

No es tarea fácil. Porque habrán resistencias, embates, hasta ataques. El país necesita que no nos desanimemos y sigamos adelante.

Sigan amigas y amigos adelante. Sigan preparándose. Sigan desarrollando sus capacidades y competencias. Cada día asuman el reto de ser mejores gestores que el día anterior, renuévense mirando al ciudadano a quien nos debemos.

Ser gestores públicos es, aún en medio de la limitaciones, incomprensiones y restricciones, una hermosa manera de vivir y de servir, y de darle sentido a nuestro quehacer en el mundo.

(*) Gerente de Desarrollo de la Pública de SERVIR. Palabras ofrecidas en el marco de la clausura de la tercera edición del Diplomado en Gestión Pública de la Escuela de Postgrado de la Universidad Continental.

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