Perfil. Después de 47 años, en los cuales dedicó sus mejores oficios a atender las causas penales de la Corte Superior de Justicia del Callao, este juez superior provisional cuelga los hábitos de la jurisprudencia y deja la IV Sala Penal porque le toca ceder el paso a nuevas generaciones. Los casos que más resolvió fueron de narcotráfico y robo agravado.

Foto: El Peruano
Foto: El Peruano

El día de su cumpleaños será el último día de trabajo. Se jubila luego de cerca de cinco décadas de servicio. Se queda con todo lo vivido y con una certeza: que lo que necesita la administración de justicia es humanizar las leyes. A Víctor Maximiliano León Montenegro –‘Kiri’, como le dicen su familia y amigos de confianza– nunca se le ocurrió dejar la Corte Superior de Justicia del Callao porque allí encontró un lugar de justa inspiración.

Don Víctor destaca entre las funciones que cumple como miembro del tribunal de la IV Sala Penal la de atender los casos que se apelaron en primera instancia, y asistir a las audiencias de juicio oral, donde, junto con los otros dos miembros, escuchan la acusación fiscal y los argumentos y testimonios de las partes.

Habla en presente todavía porque aún asume responsabilidades propias de su cargo. Lo hace hasta hoy porque a partir de mañana dejará de ser juez, aunque nunca un hombre con alma de justiciero. Una actitud que enmarcó cada una de las sentencias que dictó a lo largo de su vida.

“Para mí es difícil sentenciar porque está en juego la libertad de las personas. Un juez tiene el peso de resolver problemas, somos seres humanos”, dice.

Este magistrado aplica la ley como debe ser, pero sin perder la noción de la realidad. Para él, es innecesario usar penas largas para castigar a la persona que no la cumplió. Por el contrario, dice, es mejor evitar que las malas mañas se le peguen al sentenciado, sobre todo a quienes delinquieron la primera vez.

Le llaman justicia

Por supuesto que a los delincuentes hay que tratarlos con rigor, afirma, eso no está en entredicho. De lo que se trata es que los jueces razonen y analicen los hechos de manera diferenciada.

“Una cosa es que te encuentren un arma sin licencia, y otra, que además de tenerla, te encuentren con otros elementos como pasamontañas, balas u otras armas. Esa situación representa un riesgo. El problema es que los colegas no tienen una adecuada formación humana a pesar de que deciden sobre la libertad de las personas. Las penas se aplican con racionalidad. La norma se ajusta a la realidad humana, los jueces ven casos concretos.”

Hoy, próximo a cerrar una etapa de su vida para abrir otra, cree que tal vez su abuelo influyó en su vida, no solo porque a él le debe el nombre Maximiliano (‘el más grande’), sino también su elección de ser juez.

Durante sus estudios de derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se preparó para ser abogado.

“Él fue juez de Sullana, en Piura; tal vez eso quedó grabado en mi vida. Luego, para instalarse en Lima con su familia, renunció a su cargo para ejercer luego el oficio de abogado”.

Así explica sus orígenes. Lo cierto es que don Víctor Maximiliano se quedó varias décadas porque quiso hacer carrera y nunca se arrepintió.

Hoja de vida

Ingresé a la Corte Superior de Justicia del Callao como meritorio en el año 1967.

Me gradué en Derecho y Ciencias Políticas en la Univ. Nacional Mayor de San Marcos en 1968.

Estudié un doctorado en Derecho en la Universidad Garcilaso de la Vega en 2007.

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