Es nomatsiguenga, de la comunidad nativa San Ramón de Pangoa, Satipo, Junín, y desde 2014 es asistente de soporte pedagógico intercultural bilingüe para el nivel inicial. El Ministerio de Educación reconoció su esfuerzo e ingenio por conservar su lengua originaria a través de una metodología educativa que hoy se implementa.

Foto: El Peruano
Foto: El Peruano

Hasta los cinco años habló en la lengua de sus ancestros, los nomatsiguengas. Su familia materna es originaria de esa comunidad como también la de la abuela paterna. Su relación con el mundo lo inspiraron las frases, juegos y creencias que le trasmitieron ellas con ternura. Sin embargo, para Gissenia Liesbet Rodríguez Espíritu ese mundo inicial se derrumbaría el día que pisó la escuela. No solo entendió que sus maestros y compañeritos de aula hablaban un idioma que desconocía, sino que existía la discriminación.

“La kampa” le llamaban los niños y niñas del colegio público. Un sobrenombre que recuerda con cierta penita pero que la motivó, cuenta, a elegir la carrera de la enseñanza. En la actualidad cumple el cargo de asistente de soporte pedagógico intercultural bilingüe en la educación básica inicial.

Recuerdos del pasado

Desde 2014 orienta a los 23 profesores de la Red Intatoni (palabra asháninka que significa Cima de un Cerro) de Pangoa, Junín, para que enseñen a sus alumnos en su lengua originaria. Gissenia les ofrece metodologías y herramientas para que realicen su trabajo con eficiencia.

“Focalizo a cada docente, observo su labor durante dos días, y al tercero reflexionamos sobre la clase que dio a sus alumnos, los refuerzos que necesita y elaboramos una estrategia de enseñanza que considera nuevas pautas para desarrollar en el aula”, cuenta.

Felizmente, dice esta profesora a la que le costó sudor y algunas lágrimas que los niños y niñas nomatsiguengas no perdieran su lengua natal, los maestros de hoy no ponen resistencia como sí lo hacían hace ocho años atrás sus colegas, cuando ella recién iniciaba sus labores de docente de educación inicial.

Gissenia es dulce, delgada y menudita, pero tiene temperamento de peñón, su certeza de impedir que su lengua desapareciera le dio mucha tenacidad para no claudicar en esa tarea. Porque en sus años como profesora unidocente y multigrado en diferentes comunidades nomatsiguengas, le mostraron una realidad que tenía que cambiar.

“Me di cuenta en la primera escuelita que enseñé que los pequeños no aprendían en castellano. No les veía logros, así que empecé a elaborar otras sesiones de formación en el aula. Solita decidí enseñarles en nuestra lengua. Los problemas aparecieron en otros colegios a los que fui, pues los colegas, a pesar de ver que sus alumnos no progresaban, no querían enseñarles en su lengua”.

Recurrió a la normativa, inclusive a ordenanzas regionales para convencer a esos maestros a desistir en su indiferencia. Sus propuestas y argumentos no cejaron, rememora, hasta 2012, pues su vida daría un segundo vuelco: al año siguiente la Unidad de Gestión Educativa Local (UGEL) de Pangoa rescató su experiencia docente y empezó a invitarla para dar charlas.

“La escuela pública me permitió que los niños, niñas y sus padres nomatsiguengas valoren sus lenguas y su cultura, y descubrir que en las escuelas urbanas también existe diversidad cultural.”

Hoja de vida

Me formé como profesora de primaria en la Universidad Católica de Chimbote.

Mi primera experiencia fue como profesora unidocente en la escuela de la comunidad nativa de Maini (2007).

En 2008 fui a trabajar al colegio multigrado de la comunidad de Santa Teresita en Pangoa.

De 2009 a 2012 fui uno de los siete maestros de la I.E. polidocente de la comunidad Mazaromquiari.

(Escribe Susana Mendoza Sheen)

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