Perfil. Es médico cirujano, traumatólogo y ostenta en la actualidad el cargo de subgerente del Seguro Integral de Salud (SIS) del Callao. Desde su creación, es testigo de los avances y esfuerzos que esta institución ha desplegado para favorecer a las poblaciones más desprotegidas del Perú, sobre todo en los últimos años.

Foto: El Peruano
Foto: El Peruano

Cuando cerró la puerta de metal de la que fuera la memorable Asistencia Pública de Lima, ubicada en la aún bulliciosa Av. Grau, Salvador Caro Pacheco intuyó que su vida mejoraría, no solo a nivel profesional sino humano porque sabía que trasladarse a Miraflores, al nuevo Hospital de Emergencias Casimiro Ulloa en 1980 lo enfrentaría a un desafío mayor: servir con calidad a los más pobres del Perú. Una tarea que practica todavía, porque él nació para salvar.

Es un galeno septuagenario, tranquilo, no pierde la calma fácilmente y desde que el día abre sus ojos programa un nutrido plan de actividades para que el Seguro Integral de Salud (SIS) del Callao le llegue a los chalacos más vulnerables oportunamente, y como se dice en el argot saludable, con calidez.

Actualmente ocupa el cargo de subgerente de la Unidad Desconcentrada Regional del SIS y desde allí asume funciones para que los usuarios del seguro en los cuatro hospitales y 79 centros de salud que existen en su zona brinden una atención de primera “sobre todo con dignidad”, afirma.

Salvador es parte del equipo del SIS desde 2002 y, por esa razón, un testigo presencial de los cambios progresivos que ha implementado. Si en sus inicios se creó para velar por la salud madre-niño del país, hoy en día, cuenta, llega a poblaciones de extrema pobreza para resolverles problemas graves de salud.

“Antes mucha gente perdía la vida por problemas de cáncer. Hoy, mediante el Plan Esperanza pueden cubrir su tratamiento. Nunca imaginé que el Estado cumpliría con su deber de cuidar la vida y la salud de su gente pobre. Estamos cumpliendo con la Constitución. Con el SIS ayudo a los más necesitados”, comenta.

A flor de piel

Desde niño, recuerda, fue muy voluntarioso para cuidar todo lo que tuviera vida. Le encantaba, por ejemplo, velar por los animalitos. Su madre le decía con ternura, hijo yo creo que tu debes ser médico o veterinario. Por eso, cree, cuando decidió estudiar, pensó en elegir una carrera que le permitiera resolver problemas de la vida.

Nació en Cerro de Pasco, cuando sus padres visitaban una empresa minera para vender sus productos. Allí llegó él para ser trasladado luego a Jauja, a la tierra natal de su familia. Su infancia fue tranquila y sosegada, sin altibajos económicos ni emocionales. Tal vez por eso es sereno. Una cualidad necesaria porque un cirujano nunca sabe lo que va a encontrar luego de hacer el corte previo a la operación.

“El problema se resuelve en el mismo acto quirúrgico”, sostiene. Experiencia que le permite tener solvencia en el manejo administrativo que diariamente le exige tomar decisiones.

En estos momentos Salvador no piensa en el futuro, más bien continúa planificando su labor social. Sin embargo, confiesa, tiene un sueño: ser parte de un equipo de Médicos Sin Fronteras. Una vocación que no tiene límites de ningún tipo, por lo menos hasta que sus sueños lo acompañen.

Hoja de Vida

Me gradué como médico en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1976. Estudié la especialidad de cirujano- traumatólogo en Cuba.

Hice mi residencia en el Hospital Guillermo Almenara en 1979.

Tengo formación en auditoría médica, gestión pública y aseguramiento universal.

Desde 2002 trabajo en el SIS. Antes laboré en el de Emergencias Casimiro Ulloa durante 25 años.

 

Escribe: Susana Mendoza Sheen

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