«El ensayo-error es la fuente de todo avance… En el Perú descentralizado las regiones que elijan mejores gobiernos ejemplificarán a las otras, que terminarán a la larga por imitarlas», señala Gonzalo Zegarra, director de Semana Económica.

Imagen: internet
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Tras los resultados de las últimas elecciones, ‘opinólogos’ a ambos lados del espectro coincidieron en criticar -con agrios calificativos- al electorado. Unos por el cinismo de volver a elegir como alcalde de Lima a Luis Castañeda Lossio a pesar del escándalo Comunicore; otros por la torpeza de reelegir a Gregorio Santos, procesado y detenido por corrupción, además de líder opositor al proyecto Conga, cuya suspensión está destruyendo la economía de Cajamarca. Los politólogos, sin embargo, impugnaron la descalificación a los votantes. Todo voto tiene una racionalidad y toca tratar de entenderla en lugar de demostarla, dijeron.

Así como la pugna entre caviares y DBA es maniquea e integrista, esta nueva discusión se basa también en conclusiones totalizantes. Que el votante es racional o que es estúpido y/o malvado. Pero la realidad es más compleja y sobresimplificarla es un error epistemológico con consecuencias políticas.

No se puede decir a la ligera que el elector sea racional o irracional, no sólo porque cada elector es distinto (y hay distintas racionalidades), sino porque cada persona actúa de manera diferente cada vez. La idea del elector racional en el fondo es lo mismo que predica la economía sobre los agentes económicos. Pero no se trata de una revelación evangélica. Es, a lo sumo, una premisa metodológica. Hay que hacer políticas públicas como si los agentes fueran racionales, para que lo sean: la regla se convierte en incentivo. Las constataciones empíricas de los economistas del comportamiento tienden a demostrar que en los hechos se toman muchas decisiones irracionales. Y es que si no fuera así, el mundo sería perfecto. Pero sería un falso razonamiento a contrario concluir de lo anterior que el consumidor-elector sea siempre o la mayoría de las veces irracional y que tenga que ser constantemente tutelado.

La ventaja y grandeza del ser humano es su capacidad de aprender, de rectificarse. Por ello el ensayo-error es la fuente de todo avance. Conviene en esta encrucijada recordar entonces a Schumpeter (sin por ello adherir su elitismo), y su idea de la democracia como una competencia donde el éxito y el fracaso de las gestiones públicas informan a los votantes para que corrijan sus malas elecciones previas. En esta lógica, en el Perú descentralizado las regiones que elijan mejores gobiernos ejemplificarán a las otras, que terminarán a la larga por imitarlas. Así es como los pueblos se curan de sus males autoinfligidos, desde el nazismo hasta la hiperinflación (una suerte de destrucción creativa política, ya que estamos schumpeterianos).

Pero, claro, en el camino el daño puede ser descomunal. Por eso resulta no sólo legítimo sino indispensable criticar los resultados electorales (aunque siempre será inconducente insultar). La advertencia puede impedir errores, o morigerarlos. Que la generación de sociólogos y politólogos que alguna vez llamé post-Tanaka sea menos ideologizada que su precedente no los convierte en entomólogos. Precisamente porque, a diferencia de los insectos los votantes, tienen elección, no basta con describir y explicar, hay que criticar y sobre todo proponer reformas institucionales que generen mejores resultados en la acción y elección colectiva.

Gonzalo Zegarra (Semana Económica)

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