Camino al sur no se puede evitar ver a las miles de familias que viven en los áridos desiertos de Lima. Desiertos que durante años han sido invadidos por migrantes que llegaron de diversas partes del país en busca de un futuro mejor. Futuro que hoy se ve sombrío y sin esperanza. Y es que resulta que han pasado más de 40 años y los habitantes de estas zonas tanto urbanas como emergentes no tienen agua.

Resulta difícil creer que los distritos de la zona sur de Lima, como Lurín, Punta Hermosa, Punta Negra, San Bartolo, Santa María y Pucusana, no cuenten con el servicio de agua potable y saneamiento; que sus pobladores tengan que abastecerse por camiones cisternas o en el mejor de los casos que tengan agua sólo por tres horas diarias. Esta limitación, de un recurso para decir verdad escaso en el caso de Lima, ha convertido a los pobladores de estos distritos en mártires del nuevo milenio.

Pero, analicemos las soluciones con las que podemos afrontar este desabastecimiento de agua no sólo para los pobladores de estos distritos sino para los habitantes de toda la zona sur del Perú. Quizás muchos de nosotros hemos escuchado sobre utilizar el agua de mar como alternativa a la escasez del agua potable. Quizás muchos expertos se hayan referido a las experiencias exitosas en desalinización ejecutadas con éxito en Israel, España y en algunas islas exóticas ubicadas en medio de océanos y mares al otro lado del mundo. Pero, nadie hace referencia que la historia de las plantas desaladoras en el Perú data de muchos años atrás.

En 1839, Iquique era un departamento próspero y pertenecía al Perú. Este departamento ubicado en la zona más árida de Sudamérica carecía de fuentes de agua dulce; su clima con lluvias ligeras o casi inexistentes debido a la frialdad de sus aguas marinas y los vientos del sudoeste hacían de Iquique un desierto con pocas posibilidades de abastecer de agua a los pobladores peruanos de aquella época.

El Perú, de ese entonces, vivía el boom del guano de las islas y de los estancos del salitre; nuestra economía era sólida y atraía a muchas empresas inglesas; pero, vivir en Iquique sin agua se había convertido en un verdadero problema pues casi todo el agua dulce se importaba por barco de Pisagua y Arica, para ese entonces territorio peruano.

Ante tal escasez, en 1840 se trae al Perú la primera planta desalinizadora de agua de mar, conocida como resacadora de agua, la cual producía hasta 400 galones de agua diarios. Esta planta ubicada en Iquique y adquirida por Bernardo Digoy logró abastecer de agua a un sector de la población, pero no fue hasta 1851 en que Jorge Smith levanta una maquina resacadora que entregaba agua purificada a Iquique.

Como vemos, hace 173 años el Perú se convirtió en el primer país de América Latina en contar hasta con 6 plantas desalinizadoras. El Perú de hoy con todos los avances tecnológicos no ha podido hasta ahora instalar una. Sin embargo, numerosas empresas privadas ya cuentan con estas plantas de desalinización a fin de utilizar en sus procesos de producción agua de mar y de esta manera no acabar un recurso tan escaso como es el agua dulce.

Una experiencia exitosa viene ocurriendo al sur de Lima, en la localidad de Chilca. Una empresa de generación de energía eléctrica, Fenix Power, ha adquirido una planta de desalinización que no solo permitirá contar con el agua suficiente para su producción sino que les permitirá donar el 80% de agua desalinizada, es decir agua potable, a la población de Chilca. Con esta importante dotación se aumentará la continuidad de agua de 3 a 24 horas diarias y de esta manera se solucionará el problema de la falta de este importante recurso.

Experiencias como la de Chilca deben ser replicadas; vemos allí cómo a través de un acuerdo público privado se logra reunir al Estado, la Empresa y la Sociedad logrando objetivos impensables de alcanzar si sólo actuara uno de los actores.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here