Entrevista. Con su estudio Costos empresariales de la violencia contra las mujeres en el Perú, el Dr. Arístides Vara Horna echa por tierra que este tipo de violencia sea un asunto privado y que sus efectos no salgan del hogar. Confirma, además, que la violencia contra ellas empobrece a un país.

Foto: El Peruano
Foto: El Peruano

¿Qué nos revela este nuevo estudio?

–Este trabajo, realizado con apoyo de la Cooperación Alemana, es algo único en el mundo y es tomado como modelo en otros países. Se trata del primero realizado en el Perú con data primaria. Hemos ido de empresa en empresa, y no ha sido fácil. De las 750 compañías que teníamos en agenda, solo 211 accedieron, y es natural porque es un tema nuevo. Si uno mira las estadísticas de violencia de los últimos 14 años, verá que se mantienen iguales.

–¿A qué se debe?

–No es fácil erradicar un mal tan endémico. La violencia contra las mujeres está presente en todos los países; 3 de cada 10 mujeres en el mundo sufren de violencia física ejercida por sus parejas. Hay países donde hay mucho más. Una encuesta realizada en Bolivia, donde acabamos de terminar un estudio similar, indica que 8 de cada 10 mujeres son agredidas.

–¿Se trata de un aprendizaje cultural?

–La causa de la violencia es cultural. Le han enseñado a muchos hombres que así se trata a las mujeres, que es parte de nuestro rol obligarlas a que hagan lo que pensamos. Cuando uno conversa con un agresor observa que tiene mucho parásitos mentales que lo hacen infeliz. Nadie disfruta de la violencia, aunque por mucho tiempo fue aceptada. A fines de 1800, en Inglaterra y Estados Unidos era legal que un hombre castigara a una mujer sin ser abusivo.

Durante siglos y hasta ahora, a la mujer se le han asignado signos de inferioridad: Un sueldo 30% menor al del hombre que realiza el mismo trabajo. El mayor número de analfabetos son mujeres. Si se comparan los indicadores de trabajadores en negocios familiares sin remuneración en el Perú: 23% son mujeres, y 5%, hombres. Está probado que cuando la mujer no tiene hijos o al menos tiene uno, el nivel de gerencias entre hombres y mujeres son similares, pero si sube el número de hijos, el número de gerentes mujeres disminuye y el de hombres sube.

–¿Por qué este tema debe estar también en la agenda de las empresas?

–Durante décadas, en las escuelas de administración nos han enseñado que al trabajador [se le atiende] dentro de la empresa, y fuera de ella, es su problema, pero es imposible cuando algo nos afecta mucho, y la violencia lo hace.

Nuestra investigación buscaba evidencia para encontrar nuevos aliados, porque lo que haga el Gobierno no será suficiente. Creemos que las empresas pueden influir en la prevención . Son organizaciones con poder. Nos organizan y cambian conductas.

–El impacto de la violencia en la producción es tremendo…

–Se pierden cerca de 70 millones de días de trabajo anuales en el Perú. Los costos de la violencia contra la mujer (VCM) ascienden a 6,744 millones de dólares por año en valor agregado, aproximadamente el 4% del PBI. Si ese monto se hubiera facturado, 30% habría ido líquido en impuesto a la renta. Todos pierden con este problema.

–¿Y por qué no ven el tema como suyo?

– Las empresas creen que la violencia del hogar se queda allí. Hemos encontrado un alto porcentaje de hombres que atacan a las mujeres en su centro de trabajo, las llaman por teléfono, les envían correos difamatorios, etcétera. Por cada caso detectado en una empresa, 9 no son vistos por la gerencia, porque no está entrenada para ello.

–Un dato novedoso es que los agresores también pierden dinero con esto.

–Si la empresa solo trabajara con hombres, igual está perdiendo. Cuando los hombres ejercen violencia contra sus parejas, también faltan; tienen que acompañarlas al hospital, deben asistir a juicios, usan recursos de las empresas para acosar a sus parejas, para verificar si los engañan con otro. Hay mucho “presentismo”, una forma de ausentismo laboral, es decir, trabajan, pero no al 100% porque tienen preocupaciones.

–¿Qué le sorprendió más?

–Comprobar los datos de un colega que en 2010 afirmaba que las víctimas y los agresores perdían alrededor entre 1,150 y 1,500 nuevos soles al año en descuentos, tratamientos médicos y otros. Hemos ratificado esa data.

–Un drama si pensamos en las mujeres pobres…

–La violencia siempre empobrece. Ante la pregunta: ¿cómo lograron ser ricos algunos países?, la respuesta se basa en tres razones: garantizan la libertad de derechos, invierten en educación y protegen la equidad de género; trabajan para que los hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades. Un ejemplo de ello es Corea del Sur, que hizo cambios notables en apenas 60 años.

–¿Qué se espera de las empresas después del estudio?

–La prevención es barata. Una empresa, invirtiendo apenas el 5% de lo que pierde por violencia, puede conseguir una prevención efectiva y reducir drásticamente la violencia en un año. Debe invertir en esto como parte de su responsabilidad social, fuera de la llamada reputación empresarial, que cada vez cobra mayor relevancia en todo el mundo.

Empresas capturadas

“A los gerentes les digo: por qué se escandalizan con este tema si ustedes invierten mucho en seguridad. Destinan 12 de cada 100 dólares para que no les roben, invierten para que su clientela no ataque a su personal –por ejemplo, en bancos, supermercados–. Previenen la violencia entre colegas, el acoso sexual, el bullying y pagan encuestas para evaluar el clima laboral, programas de capacitación y otros; pero la violencia que sufre tu trabajador por alguien que no trabaja en la empresa, pese a las pérdidas millonarias que te causa, esa no la ves y solo por un tema de prejuicios”, sostuvo Vara Horna.

Adelantó que su equipo ha desarrollado un protocolo para prevenir la VCM en empresas que será presentado en un mes y medio.

“Las empresas no saben el gran poder que tienen para cambiar la conducta de su personal. porque crean sistemas de cambios. Si uno es impuntual, le garantizo que en un mes la empresa le enseñará a no serlo. Si invierten en prevención, será un ganar-ganar para todos”, anotó.

En los tres primero años de vida, la violencia se instala a nivel emocional. Se produce el aprendizaje.

En la adolescencia, con las primeras relaciones sentimentales, se practica la violencia aprendida.

Cuando llega la adultez, esas personas ya están entrenadas. Nadie se hace violento o acepta la violencia de la noche a la mañana.

SE PUEDE PREVENIR

(El Peruano)

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