Perfil. Es coordinador ejecutivo del Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático del Ministerio del Ambiente. En la última década participó activamente, desde el Estado y como asesor de la administración pública, en el diseño y ejecución de políticas relacionadas con la protección de áreas naturales.

Foto: El Peruano
Foto: El Peruano

Una certeza lo acompaña en los últimos años: en los bosques más ricos del planeta vive la gente más pobre de nuestro país. Una ironía, dice Gustavo Suárez de Freitas Calmet, descendiente de portugueses que se afincaron en Nauta cuatro generaciones atrás para trasladar sus afanes a Iquitos y después a Lima, donde él nació. Su dedicación por cuidar la naturaleza no tiene tradición familiar, sino una vocación personal de buena madera.

Desde agosto de este año tiene bajo su responsabilidad el Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático, y su tarea es convertirlo en una especie de autoridad nacional que articule a los diferentes actores del Estado que tienen a su cargo políticas para reducir la deforestación.

“Parece complicado, lo que pasa es que no se trata de trabajar solo con el campesino que deforesta, sino de alinear medidas de diversos sectores del Estado como los ministerios de Economía y Finanzas, Transporte y Energía con los diferentes niveles de gobierno, por ejemplo. Queremos lograr una gestión multisectorial de nuestros bosques”, explica.

Suárez de Freitas es ingeniero forestal formado en la Universidad Nacional Agraria La Molina y durante cinco lustros se dedicó a la investigación de los bosques amazónicos y a la elaboración de propuestas para protegerlos, porque durante las décadas de 1980 y 1990 la tala indiscriminada se producía sin que el Estado hiciera algo para detenerla.

“La gestión forestal era un desorden, se hacía sobre la base de contratos y los madereros talaban sin control. Inclusive en 1995 hubo tala ilegal de caoba, y hasta se declaró en emergencia a Madre de Dios”, recuerda. Entonces, dirigía Pronaturaleza, hasta que lo convocaron como director forestal del Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inrena) durante el gobierno de transición. Allí participó en la elaboración de una disposición legal que introdujo el concepto de concesiones y el uso de mapas georreferenciales para otorgarlas. Gran cambio.

A este ingeniero forestal le gusta salir al campo y oler la tierra humedecida por las lluvias. “La naturaleza me enseñó a ser humilde. Es bueno comprobar que uno es parte de ella, de un cosmos”, opina, mientras da cuenta de una serie de hechos que lo vinculan a momentos claves del desarrollo de nuestra Amazonía. Como cuando amplió el Parque Nacional del Manu o creó reservas comunales con los asháninkas y machiguengas, mientras fue director de Áreas Protegidas del Ministerio de Agricultura o impulsó la creación del Consejo Interregional Amazónico (CIAM) como asesor de los gobiernos regionales amazónicos.

–¿Por qué trabaja en el Estado?, le preguntamos. Porque puedo ayudar a las poblaciones que más lo necesitan, responde. “Trabajo para la gente, para las poblaciones futuras, pero sin que sea a costa de las actuales generaciones”. Un desafío social.

Hoja de vida

De 1977 a 2001 me formé como ingeniero forestal en la Universidad Nacional Agraria La Molina.

También estudié una maestría de Conservación de Recursos Forestales.

De 1984 a 2000 fui integrante y director de la ONG Pronaturaleza.

 

Escribe: Susana Mendoza Sheen

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