Es profesor bilingüe del Instituto de Educación Superior Túpac Amaru de Tinta (Cusco), y tiene a su cargo la formación de profesores de educación primaria a los que enseña habilidades de la comunicación en lengua originaria y en castellano. Además, promueve la educación intercultural bilingüe en el país.

Foto: El Peruano
Foto: El Peruano

Nació en Tinta, en la tierra de los herederos del linaje guerrero de Túpac Amaru. Un referente libertario para don León Huancachoque Quispe, quien en su niñez vivió el sufrimiento de ser amamantado en quechua y aprender en la escuela el castellano. No se sumió en el rencor, y la adversidad lo ayudó a cimentar un espíritu crítico y libre, que décadas después lo convertiría en un propulsor de la educación intercultural bilingüe.

Es profesor del Instituto de Educación Superior Túpac Amaru de Tinta, en donde se dedica a formar de manera integral e intercultural a los que serán profesores de niños y niñas de primaria. Les enseña habilidades de comunicación (leer, hablar y escribir) en su lengua originaria y en castellano.

“Soy bilingüe, y el área de comunicación que tengo a cargo se divide en dos: desarrollo en lengua originaria y cultura, y del castellano. A estos futuros maestros les enseño a dominar la expresión oral. Me gusta que los chicos sean reflexivos, críticos y que asuman liderazgos. Que piensen desde diferentes punto de vista sin descuidar su contexto sociocultural.”

Lengua original

Para León, la comprensión lectora no motiva tanto a sus alumnos a pensar y participar, como hablar y oír su lengua. Es más inspirador, dice. Y recuerda cómo le costaba a aprender en la escuelita pública de Tinta. Ahora sabe que a sus profesores les indicaban que era mejor enseñar en castellano, y que no era útil aplicar alguna metodología.

“Los jóvenes que aprenden habilidades de comunicación en su lengua originaria son más pertinentes. Su enfoque es emotivo-cognitivo, ocurre con el quechua, porque todo empieza con amor. Si quieres aprender tu lengua y lo relacionado con tu cultura, mejor es con cariño, tiene más ‘significatividad’, diría yo”, comenta este tinteño.

Inquietudes iniciales

Antes de ser profesor del instituto, fue maestro de educación primaria, y desde aquellos años fue testigo de que algo no se hacía bien en las aulas. A los niños y niñas quechuahablantes que llegaban de las comunidades de Machaimarca les enseñaba oralmente en quechua y apoyaba sus aprendizajes en castellano.

Durante seis años ese fue su método de enseñanza, el que impartió con otros colegas que compartían las mismas preocupaciones. Luego pasó a la enseñanza superior para que los alumnos desarrollen sus habilidades de comunicación en castellano. Una ironía, recuerda, porque él y sus alumnos eran quechuahablantes.

“Me di cuenta, nuevamente, de que estaban mal las cosas, cuando los muchachos hacían sus prácticas en las zonas rurales. Los niños jugaban en su lengua, en su idioma, y en sus aulas aprendían en castellano. Estuvimos formando maestros en contra de la realidad.”

Ha pasado un par de décadas. En 1990 salió un diseño curricular de formación docente para una educación bilingüe intercultural que nadie aplicó, cuenta, porque no había docentes.

Uno es profesor por vocación, ocasión o equivocación, afirma León, pero, agrega, munanakuyqa yachaypaqmi mana yachaqqa usuchinmi (hay que aprender a amar para no desperdiciar el amor) en el sentido más pleno y humano del término. “Por eso siento orgullo de promover la cultura quechua”, puntualizó.

Escribe: Susana Mendoza Sheen

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