Laura Mantilla Seijas es jefa zonal de Devida-Pucallpa y su mayor logro es haber iniciado, hace cinco años, las labores de poserradicación de cultivos de coca en Aguaytía y Codo del Pozuzo. Centenares de familias de agricultores, postergadas por el Estado durante décadas se resistían al cambio; hoy 2,500 se benefician.

A los 7 años tuvo que dejar Aguaytía, su tierra natal, porque las balas cruzadas entre el MRTA y la Policía Nacional la despojaron de la tranquilidad de su infancia. Su familia decidió trasladarse a Pucallpa para recuperar el sosiego, y fue parte de ese contingente de desplazados que la insania del terror produjo. Esa experiencia la marcaría de por vida, por eso hoy está convencida de que atraer a los cocaleros a la legalidad es una forma de encontrar la paz.
Laura coordina con las oficinas que tiene Devida en Pozuzo y Aguaytía, su función es asegurar que se cumplan las actividades que se planifican para que los agricultores dedicados al cultivo de coca dejen el lado oscuro y encuentren la luz de la seguridad y desarrollo.
“Nuestros aliados son los alcaldes distritales y provinciales, pues con ellos desarrollamos proyectos agropecuarios para las comunidades cocaleras y excocaleras. Hoy cultivan plátanos, café, cacao, que se están potenciando para su venta en el mercado nacional”, comenta.
Cinco años atrás, no hubiera imaginado este importante y esperanzador crecimiento de las familias que por años se dedicaron al cultivo ilegal. Entonces, Laura estaba a cargo de la oficina de Aguaytía y no era fácil convencer a las mujeres y hombres del campo de dejar el cultivo de la coca para dedicarse al del cacao.
Erradicar era un verbo extraño para aquellas 120 familias iniciales, que preferían “lo conocido” que “lo bueno por conocer”. Tantos años de abandono del Estado, recuerda, hacían desconfiar del éxito de esta iniciativa. Se habían acostumbrado a vivir con la respiración entrecortada.
La labor de esta mujer, de profesión psicóloga, fue casi pastoral. Visitó casa por casa, habló con cada agricultor, les explicó que la vida legal era mejor que la que se construye a oscuras, que la transformación del cultivo iba a traerles mejoras en sus vidas. En el 2012 dudaban. Pero los resultados fueron apareciendo. Hoy, un lustro después, 2,500 familias cambiaron sus destinos.
“La cultura cacaotera ha generado un cambio de vida, la gente se ha dado cuenta de que vivir en la legalidad es tener una vida armoniosa y estable”.

Enamorada de su trabajo

A Laura le gusta estar en contacto con la gente, hablar con ella, escucharla. Durante años, ni autoridades nacionales ni locales oyeron a los agricultores. Está convencida de que mientras más cerca se encuentre un servidor público de la población, se diseñarán e implementarán mejores políticas públicas.
Recuerda especialmente a la abuelita, así le decían a una anciana que había dejado la sierra a causa del terrorismo para instalarse en el centro poblado de Huipoca y sembrar coca, cerca de Aguaytía, en la provincia de Padre Abad, lugar donde Laura empezó su trabajo de poserradicación.
“Vivía aterrorizada, no tenía tranquilidad. Hoy es dueña de tres hectáreas de tierra donde cultiva cacao. Uno de sus hijos la apoya. A ella la acompañé en sus retos, su cambio de actitud, la entrega de semillas, la supervisión permanente de su compromiso por tener su parcela limpia”.
Oportunidades lícitas
Laura quiere que los peruanos sepan que en Devida se trabaja incansablemente porque familias que viven en pobreza o pobreza extrema en la zona del Codo del Pozuzo y Aguaytía tengan una vida lícita por medio de la promoción de cultivos alternativos.
“Generamos nuevos cultivos, desarrollo humano y valores, mensajes positivos. No es sencillo llevar una vida lícita. Por eso les decimos que crean para que vean. Me considero una psicoagrónoma, estoy atenta a las emociones de los agricultores, a sus sentimientos de desconfianza, y los apoyo para que sean legales y productivos”.
Hoja de vida
Es psicóloga formada en la Universidad Nacional Hermilio Valdizán.
Es Magíster en Gestión Pública por la Universidad Nacional de Ucayali.
(Tomado de El Peruano. Escrito por Susana Mendoza)

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