Emma Barrios (*)

“La educación es el principal medio para el ascenso social”, se afirmaba en el Perú en los años ochenta, cuando la educación superior alcanzaba alrededor del 24% de la población. Treinta años después logramos que 34% de ciudadanos alcance este derecho fundamental. Si nos comparamos con los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) vemos que solo estamos a la mitad del camino. La experiencia muestra que para alcanzar mayores niveles de competitividad, los ciudadanos que acceden a la educación superior, técnica y universitaria deben estar por encima del 60%.


¿Cómo alcanzaron estos niveles de acceso países con climas extremos, complejidad geográfica social y cultural? Una de las herramientas de política de democratización fue la educación a distancia, que se impulsó hace más de cien años para romper las barreras geográficas, usando las tecnologías disponibles en ese momento, primero textos impresos, luego la radio, la televisión, casetes, CD, satélite y hoy internet.

La actual ley universitaria, si bien reconoce claramente la educación en modalidad presencial, semipresencial y a distancia (art. 39), se contradice en el artículo 47, al plantear que las carreras universitarias requieren 50% de presencialidad, levantando así un nuevo muro a las diferentes poblaciones que acceden a la educación superior formal a través de la educación a distancia y virtual.

¿Cómo se explica este retroceso de 40 años en las políticas educativas y el desconocimiento de la evolución de las tendencias educativas mundiales en la era de internet? La respuesta es que al no haber muro los “chicos malos” se filtran , exactamente el mismo discurso que justifica la construcción del muro de Trump. La legítima preocupación por la calidad educativa ha llevado a la falacia de considerar que la presencialidad garantiza la calidad. Una vez más, se busca seguridad en lo tradicional, desconociendo por qué las mejores universidades del mundo optaron por abrirse a través de la educación virtual.

Hoy, la educación a distancia ya no solo tiene por función democratizar o vencer las deficiencias de los sistemas convencionales que dejan fuera a personas con discapacidad, entre otros, sino, muy por encima, brinda la oportunidad de estudiar a lo largo de la vida, como fue el mandato de Unesco.

Más aún, si según el INEI (Encuesta de Egresados, 2014), las limitaciones económicas y la necesidad de trabajar son las principales razones por las que los universitarios abandonan los estudios, las oportunidades que hoy brindan los nuevos enfoques pedagógicos, metodologías activas y experienciales, aunado a las oportunidades de la tecnología, han logrado romper tantas barreras que, construyendo nuevas, más bien perdemos extraordinarias oportunidades de desarrollar la capacidad de autonomía y autogestión de nuestros ciudadanos.

(*) Directora Modalidad Semipresencial – Universidad Continental

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