El punto de quiebre político este año ocurrirá el 28 de julio. A partir de entonces el país se pone en modo preelectoral. Los políticos empezarán a acomodarse para la campaña (que en realidad no empieza hasta fin de año, con CADE) y prestarán menos atención a lo que ocurra con el gobierno, a pesar de que precisamente entonces el Congreso tendrá la sartén por el mango, porque podrá negar la confianza a los nuevos gabinetes, o bien incluso censurarlos sin que el Ejecutivo pueda (a la segunda) disolverlo. Incluso cuando podía hacerlo, al gobierno le fue difícil obtener la confianza para los premieres René Cornejo y Ana Jara, en parte por haber perdido un buen número de congresistas y en parte por su actitud confrontacional (SE 1447). Por ello es esperable que mantenga a Jara en el premierato todo el tiempo posible evitando pasar nuevamente por ese trance (cada vez más difícil y peligroso).

Foto: Semana Económica
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Dependiendo de cómo actúen gobierno y oposición tras Fiestas Patrias, podríamos caer en dos escenarios opuestos. El primero sería uno de ingobernabilidad en que se tumben gabinete tras gabinete como al final del primer belaundismo (aunque sin golpe). En el segundo, el miedo a lo anterior induciría al gobierno a trabajar más concertadamente con la oposición.

Hacia fin de año ya sabremos quiénes se lanzarán a la presidencia. Que el ministro del Interior, Daniel Urresti, aparezca en esa lista o no, se sabrá -sin embargo- mucho antes. Porque, tal como se la está jugando ahora mismo, o se consolida o desaparece en los próximos meses. Su permanencia en el gobierno suma tanto como resta al régimen, pues lo refresca con su popularidad, pero le abre muchos frentes ante sus opositores y la prensa. A la larga, sin embargo, Urresti pierde si se queda, porque tarde o temprano se contagiará del desgaste de un régimen saliente (con las particulares torpezas de éste).

Ese desgaste será también la causa de que no se ponga en agenda ninguna reforma importante más. La ley pulpín será el último intento, y su pronóstico es reservado. Ahí se ve su pésimo cálculo político: creyeron que bastaba con convencer superficialmente a los congresistas, y la realidad ha demostrado no sólo que ésos se pueden retractar sin pudor ni dilación, sino que hay otras instancias deliberantes (comenzando por la opinión pública) que hay que trabajar también, como lo hizo el gobierno de Alejandro Toledo (¡a pesar de su propia orfandad!) con el cierre de la cédula viva o el TLC con EEUU. Ni siquiera para aprender de lo poco bueno que puede ofrecer el toledismo le ha servido al gobierno esta alianza.

También resulta previsible que el MEF continúe haciendo política económica contracíclica para amortiguar la desaceleración (a diferencia de sus pares de Chile y Colombia, que están subiendo impuestos y recortando gasto).

Por último, es probable que a lo largo del año se mantenga sobre el régimen la espada de Damocles del escándalo Martín Belaunde Lossio. No sabemos cuánto -si algo- está la pareja presidencial comprometida, pero su tranquilidad será directamente proporcional a la distancia física del acusado. Así, es de esperar que el gobierno simplemente deje pasar el plazo de gracia que le queda a éste en Bolivia, y luego lo pierda de vista cuando se fugue a Brasil, Argentina o cualquier otro destino…

(Gonzalo Zegarra / Semana Económica)

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