Es representante del defensor del Pueblo en Madre de Dios, una región difícil, afirma, porque no tiene identidad y se ha convertido en el lugar donde actividades ilegales como la trata de personas se expanden. A esto se suma la desatención a las comunidades indígenas. Gracias a su entrega, ha ayudado a más de 60 víctimas de explotación sexual.

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Científicos del mundo sostienen que el amor y la solidaridad forman parte del ADN de los seres humanos. Y tal vez un ejemplo de esa afirmación sea Guimo Loaiza Muñoz, joven abogado cusqueño, quechuahablante, que encontró en el Derecho un derrotero del mandato biológico para ayudar desde la Defensoría del Pueblo a los más olvidados del país.

Desde marzo de 2013 es representante del defensor del Pueblo en Madre de Dios y responsable de calificar los casos que recibe el equipo de abogados que laboran en la oficina para que asuman sus funciones de acuerdo con el sector y características de la denuncia o queja.

“Distribuyo a cada comisionado los casos, elaboro recomendaciones a las mismas instituciones públicas para que solucionen el problema que vulneró los derechos de los ciudadanos y diseño el plan de actividades que describe nuestro trabajo en las comunidades indígenas”, cuenta Guimo.

Y en esta parte de la conversación hace una pausa, porque reconoce que el mayor logro de la oficina en estos tres años que han pasado ha sido visitar a todas las comunidades indígenas que afincan en Madre de Dios para comprobar si los servicios de educación y salud se prestan en las mejores condiciones posibles.

Ha sido lo más importante, sostiene, porque la Defensoría del Pueblo se convirtió en la voz de los pueblos que no tienen acceso a las instituciones del Estado. Etnias como los eseja, machiguenga, yines, harakbut, arasaire y hasta los quichuarunas recibieron a los comisionados que comprobaron en el lugar que los profesores no llegaban a dictar clases y que los medicamentos de los establecimientos de salud estaban vencidos. Más de cuatro mil indígenas fueron atendidos, comenta.

Este joven servidor público evoca con felicidad momentos de su niñez, aquellos en los que acompañaba a su padre a sembrar y cosechar papas, y cocinarlas junto con su familia para el almuerzo. Ese sostén emocional es el fundamento para que hoy enfrente el lado oscuro de nuestra sociedad.

Vocación por la vida

Gracias a su sensibilidad y conocimiento del idioma quechua, en 2007 descubrió que una adolescente de 17 años que llegó al hospital Santa Rosa de Puerto Maldonado como víctima de violación, en realidad, era una sobreviviente de la trata de personas. Ella solo hablaba quechua y Guimo se acercó para saber qué le ocurría.

“Los colegas del Ministerio Público no sabían hablar quechua y me pidieron conversar con ella. Lo hicimos en nuestro idioma; también era cusqueña, y me enteré de que la habían violado y obligado a prostituirse. No habían identificado a plenitud el problema. Me impactó tanto que no paramos hasta encontrar a la mujer y hombre tratantes. Desde ese año estamos detrás de los casos de trata”.

A Loaiza Muñoz le apasiona ser un medio para que las personas más vulnerables del país ejerzan sus derechos de salud, educación, identidad; pero sobre todo lo enorgullece trabajar en una institución que tiene credibilidad porque ayuda a que las instituciones públicas cumplan y respeten los derechos de los ciudadanos. Así sea.

Hoja de vida

Me formé como abogado en la Universidad de San Antonio Abad de Cusco (1995-2001).

Soy experto en Derechos Humanos y Derecho Constitucional.

Ingresé a la Defensoría del Pueblo en enero de 2001.

En 2011 obtuve una maestría en Derechos Humanos.

Escribe: Susana Mendoza Sheen

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