Desde enero de 2013 es jefe del Departamento de Gíneco obstetricia del Hospital Cayetano Heredia. Recientemente la institución le otorgó una distinción especial: el Premio Cayetano Heredia por haber logrado que la mortalidad materna sea “cero” en dicho nosocomio, el año pasado. Su carrera la construyó a pulso, motivado por el amor a la vida.

Foto: El Peruano
Foto: El Peruano

Muchas veces un hijo rechaza o cumple los deseos de su padre. En el caso de Víctor Clemente Chávez Montalván, prefirió seguir la enseñanza paterna de valorar, sobre toda las cosas, la vida de las personas, sea quien sea, una mujer rica o la más humilde.

Y fue como una estela que marcó sus decisiones, porque no solo eligió ser médico, sino especialista en gíneco-obstetricia. Un oficio para quienes aman la existencia humana.

Desde 2013 tiene a su cargo el Departamento de Gíneco-obstetricia del Hospital Cayetanio Heredia, y como jefe de esa área de salud no solo tiene que asumir labores administrativas sino también médicas, como decidir sobre el tratamiento que le conviene más a una paciente obstétrica de alto riego.

Una potestad de difícil ejercicio, si se considera, por ejemplo, que de los 4,500 partos que atendió el nosocomio durante el año pasado, 46% fue por cesárea de pacientes que llegaron de otros hospitales y clínicas del país con amenaza de morir. Don Víctor tuvo el imperio de vigilar cada uno de esos casos.

Por eso es que recibió el Premio Cayetano Heredia, porque evitó que ocurriera alguna muerte materna, y conservó el estándar “cero”. Como es una persona sencilla, sin pizca de ese ego que desconoce los logros del trabajo en equipo, él afirma que el mayor éxito para el manejo de una paciente es justamente ese tipo de labor.

Antes de ser gíneco obstetra, Don Víctor tuvo el deseo de ser médico intensivista. Así como lo lee. Este hombre de hablar mesurado y sonrisa de niño aplicado quiso hacerse cargo de la salud de pacientes críticos, de aquellos asignados a las salas de cuidados intensivos porque necesitan de alguien que cuide sus signos vitales a cada minuto.

Pero, entonces, acababa de terminar sus estudios de medicina general en la Universidad Nacional de Trujillo, proveniente de familia paterna de Otuzco y la materna de la Ciudad de la Eterna Primavera, y debía empezar su Servicio Rural y Urbano Marginal de Salud (Serums).

Satisfacción

Lo enviaron a diversos centros de salud materno-infantil durante dos años. De a poco prefirió escuchar el llanto del bebé y compartir las alegrías de la mamá que disfruta a su recién nacido.

“Decidí cambiar de especialidad, cada nacimiento empezó a reconfortar mi vida. Si me pregunta por qué soy gíneco obstetra, le confieso que no tengo una respuesta, cada parto me provoca una felicidad indescriptible, una alegría inmensa. Todo mi cuerpo vibra cuando traigo al mundo una vida”.

El doctor Víctor cree que ha sido elegido por un ser superior que lo guía para salvar vidas, sobre todo de las personas más pobres.

Por eso la satisfacción que le inspira su trabajo se conserva aunque pasen los años.

Hoja de vida

Me formé como médico general en la Universidad Nacional de Trujillo, en 1975-1985.

Me especialicé en gíneco-obstetricia en la Universidad Cayetano Heredia, en 1989-1992.

Hice mi maestría en Medicina durante 1995, y al año siguiente el doctorado también en Medicina.

Ingresé al servicio de gíneco-obstetricia del Hospital Cayetano Heredia en 1992.

Estudié diversos cursos sobre gestión en salud.

 

 

Escribe: Susana Mendoza Sheen (El Peruano)

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