El debate sobre si los empresarios exitosos tienen alguna característica genética especial empieza a tener algunas respuestas.

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¿Qué hace que algunas personas tengan capacidades excepcionales en el mundo de los negocios? El viejo debate, sobre si las claves del éxito son adquiridas mediante el aprendizaje o si éstas vienen con los genes, todavía no logra consenso. No obstante, la neurociencia tiene ciertos resultados y permite comprender cómo funciona el cerebro de la gente exitosa.

En un artículo reciente de la BCC se cita la opinión del especialista en negocios Peter Ryding, quien dice que las características genéticas de los empresarios tienen que ver con un «pensamiento adaptable» y con «ver la realidad positivamente». Sin embargo, otros investigadores consultados, atribuyen a los factores genéticos sólo un 40% de las habilidades empresariales y afirman que el resto se relaciona con la educación y las experiencias. Hasta ahí hay un balance entre las opiniones de los expertos. Ahora cabe ahondar en los conceptos de pensamiento adaptable o ver la realidad positivamente.

Sobre el optimismo destacado en la gente de negocios existen varios estudios. El psicólogo Daniel Kahneman recoge algunos datos al respecto. En Estados Unidos, por ejemplo, sólo alrededor del 35% de las empresas nuevas logran sobrevivir, pero cuando se le preguntó a los fundadores sobre sus posibilidades de éxito, el 81% de ellos creían que sus negocios tenían más probabilidades de éxito que de fracaso. Ello, obviamente, permite que luego de un fracaso lo vuelvan a intentar, una actitud frecuente en muchos emprendedores.

No obstante, ¿qué hace que unos cerebros sean más optimistas que otros? ¿Qué puede aportar la neurociencia al respecto? En realidad, aunque parezca extraño, todos los cerebros son optimistas, más de lo que parece.

¿Por qué soy tan inteligente?

Hace algún tiempo, el economista y comunicador científico Eduard Punset, entrevistó en su programa Redes a Tali Sharot, neurocientífica de la University College London. Ella dijo que, según sus estudios, el 93% de las personas que conducen autos cree que está en la media superior. En el mundo académico el optimismo, por decirlo de alguna manera, no es muy diferente, puesto que el 97% cree que es superior a la media. En general, las personas no suelen pensar que van a fracasar.

Obviamente, esa autopercepción no es real. Y las circunstancias se encargan de hacerles ver que esperaban demasiado de sí mismos. ¿Cómo responden a ello? Sharot dice que los optimistas no se sienten peor luego de una decepción. Por ejemplo, después de recibir los exámenes corregidos, por ejemplo, las bajas calificaciones no las atribuyen a su capacidad, sino a que estaban distraídos o que simplemente fueron injustos al darles esa nota.

En efecto, la razón principal del optimismo generalizado se debe a una ventaja evolutiva. Kia Nobre, profesora de neurociencia cognitiva de la Universidad de Oxford, refirió en el mismo programa de Punset, que el cerebro tiende a ver lo que le conviene y obvia los detalles que no le interesa. La científica afirma que «puede ser que el mundo no sea en nada como lo vemos», pero conviene evolutivamente verlo como queremos que sea. Es más, los mismos recuerdos son elegidos: El cerebro selecciona los más relevantes para la finalidad que uno persigue. A su vez, lo que uno cree que percibe es recogido selectivamente por la memoria. Y así, todo obedece a un círculo virtuoso.

La manzana de la distorsión

Los empresarios se destacan por esta capacidad de anular de su percepción las desventajas y riesgos. Cuenta Michael Shermer que en 1972, un granjero llamado Robert Friedland, enseñó a Steve Jobs un principio llamado «campo de distorsión de la realidad». El fundador de Apple aprendió muy bien esta regla.

Algunos de los programadores de la compañía recuerdan que en la presencia de Jobs la realidad podía ser maleable, ello podía hacer que las circunstancias se convirtieran en favorables para los propósitos del creador del iPad. De alguna forma, cuando los programadores consideraban el final del proceso, tomaban conciencia de que lo que habían hecho era casi imposible, pero lo lograron. Se puede decir que ese poder magnético de Jobs fue lo que realizó los cambios extraordinarios en el mundo de la tecnología.

¿Qué tan privativa es tal capacidad distorsionadora? Evidentemente, todos los cerebros humanos tienen esa capacidad, el asunto es cómo potenciarla. ¿Conoce en su entorno laboral a personas que distorsionen positivamente la realidad?

Semana Económica

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